Volvemos a las aulas, a la rutina, a las responsabilidades y a las preocupaciones.  Pero también, volvemos a transitar nuestro espacio de encuentro con los/as niños/as y jóvenes, con los/as/as compañeros/as docentes,  y con la posibilidad de hacer, crear, construir y estar bien en la escuela.

Les compartimos una intervención de la escritora  Liliana Bodoc,  “Mentir para decir la verdad”,  que nos  invita por  a reflexionar sobre  el valor de la palabra en general y de la palabra poética en particular y  nos moviliza a pensar en los horizontes que su uso habilita como recurso expresivo y como herramienta para hacer y transformar la realidad.

Incorporamos, además, para nutrir el debate, un fragmento de María Beatriz Greco del texto “Cuestión de palabras…Para pensar hoy las escuelas y las adolescencias”.  ¡Que lo disfruten!

“Los modos de estar entre sujetos no pueden sino traducirse en palabras, son ellas las que, diciéndose o no diciéndose, arman los espacios entre los sujetos. Las maneras de dirigir esas palabras hacen que las situaciones se signifiquen y los sujetos las vivan, las respiren, se apropien de ellas, dialoguen, se asuman autorizados a hablar. (…) Hablar es, entonces, apenas un intento de acercarse a algún lugar, a algún saber, a unas cuantas ideas que nunca terminarán de decirse. Hablar implica un acto transitorio, un lugar de poder -mientras se habla- que pronto habrá de abandonarse para ser reemplazado por otro, por otros. Caminos diversos que se abren, convergen y se apartan para constituir el propio recorrido, encontrándose o desencontrándose con el de otros. El afán de dar y obtener la palabra cierta, la que clausura sentidos, la que expresa conceptos ya sabidos, en la escuela, entre adultos y jóvenes, es pretender obviar el carácter mismo del lenguaje y la experiencia de intentar hablar con la propia voz, trabajo que muchos adolescentes intentan y hacen consigo mismos, fuera o dentro de las instituciones. El desencuentro de las palabras en la escuela media no es más que el desencuentro de la palabra consigo misma que no termina de aceptarse en un ámbito donde se espera certidumbre de la palabra y el conocimiento. Gadamer dice que llevarse una palabra a la boca no es utilizar una herramienta, sino “situarse en una dirección de pensamiento que viene de lejos y nos desborda (…) Pronunciar una palabra es situarse, entonces, en los rastros que trae y en los caminos que abre” (cit. en Larrosa y Kohan, 2003); más que apropiarse de ella es viajar con ella, o permitir que el pensamiento se desplace de idea en idea, de un sujeto a otro, de un tiempo o espacio a otro tiempo y espacio. ¿Cómo habilitar, entonces, “lugares de habla” hoy en las escuelas? ¿Cómo pensar formas de circulación de la palabra que “hagan lugar” a los sujetos?…”

María Beatriz Greco (2007) “Cuestión de palabras…Para pensar hoy las escuelas y las adolescencias”. En Ricardo Baquero, Gabriela Diker y Graciela Frigerio (comps.). Las formas de lo escolar. Ed. Del Estante.